Wednesday, November 14, 2012

Capitulo I


El reloj estaba a punto de dar las 4 de la tarde. No me molestaba para nada el hecho de tener que estar una hora con un psiquiatra, ni manejar 35 minutos hasta su consultorio, pero si tener a mis papás todo el tiempo encima de mí. Realmente nunca se han preocupado por mí, no entiendo por que empezaron a hacerlo ahora. El suicidio no es la gran cosa, ¿lo es? Probablemente de no haber sido tan descuidados cuando era menor, me hubieran ahorrado la molestia de arruinar uno de mis jeans favoritos. La sangre es difícil de quitar.

Tampoco me molesta el hecho de mentirles, pues piensan que sigo estudiando en la Universidad de Diseño, y la verdad es que hace más de dos años que no pongo un pie en el Campus.  Tal vez no sea tan malo que sean descuidados después de todo. No gano la gran cosa en mi trabajo, pues soy asistente de un recién egresado de la misma universidad a la que asistía, pero me alcanza para tener mi propio departamento.

Nunca me han faltado las cosas materiales, desde pequeña han sido los suplentes de mis papás, hasta hoy. La semana pasada intenté suicidarme en mi departamento, ¿quién diría que justamente ese día irían a visitarme? Como el dinero nunca ha sido un problema, ese mismo día contactaron al Dr. Walker. Por su ocupada agenda no pudo acomodarme una cita hasta hoy. Y a cinco minutos de mi destino ya me estoy arrepintiendo de haberme levantado de la cama.

Walker Psychiatric Center: Drug addiction, sexual dissorders and self-esteem problems. 

Lo único que me faltaba, tener que convivir con adictos. Walker no es un apellido que me resulte familiar, después de haber asistido a suficientes comidas y eventos de mis papás, pensé que hoy vería una cara conocida.

Al entrar a recepción, una pelirroja me acompañó hasta la oficina de un tal Mark Walker. Vacía. Un doctor impuntual, nada raro. La oficina era amplia, de paredes beiges y de piso café claro. Me senté en un amplio sofá y esperé. No había mucho que ver en la habitación. Diplomas y certificados adornaban las paredes, ¿y las fotos? Normalmente hay fotos en los consultorios. Su escritorio, situado al final de la habitación, era amplio y no había ni un solo papel encima de él. Walker no me dio más tiempo de seguir con mis poco intrigantes observaciones, pues de la nada entró a la habitación.

- ¿London? ¿Lauren London? - No esperaba para nada que estuviera tan joven. Alto, ojos verdes, y su cabello, ¿cómo puedo describirlo? No es rubio, ni café, ni pelirrojo, ¿una combinación de los tres quizás?
- Dr. Walker - dije levantándome al mismo tiempo que estiré mi mano para saludarlo.
- No te molestes, por favor, toma asiento. - Su mano caliente con largos dedos tocó la mía - Disculpa la tardanza, tráfico. Espero no haberte demorado mucho. ¿Cómo estás?
- No te... se preocupe. Bien. Creo.
- ¿Crees? ¿Cómo es eso?
- Nunca había sufrido de tantas atenciones por parte de mis padres, Doc.
- ¿Sufrir? ¿No crees que estás haciendo mal uso de la palabra?
- No, no lo creo. A eso me acostumbraron. - ¿Qué le pasa? ¿Me cree tonta? No digo las cosas si estoy insegura.
- Ya veo, si no te molesta comenzare con unas preguntas para mi expediente. - Asentí con la cabeza y su interrogatorio comenzó. - Lauren London, ¿edad?
- 19 - Dije y enseguida tomó apuntes. ¿apuntes? Se ve que tiene suficiente dinero como para usar una computadora, ¿un iPad quizás?
- ¿Por qué estás aquí? - ¿Qué no se supone que ya sabes eso?
- Intenté suicidarme.
- ¿Fumas?
- No.
- ¿Consumes alcohol?
- A veces.
- ¿Algún tipo de droga? - ...
- No.
- ¿Eres sexualmente activa? - ¿Qué tan personal se puede poner esto?
- No.
Tras una serie de preguntas como ¿cómo te sientes contigo misma? ¿Qué te gusta hacer? ¿Viniste voluntariamente? comenzó a especificar los días y horas de visita.
- Entonces, te parece Martes y Jueves, ¿5 p.m.?
- Claro.
- Sabes, estás aquí para mejorar. Quiero ayudarte, y se que ganar tu confianza va a tomar tiempo, y voy a ser paciente. Primero que nada, quiero saber si puedo yo puedo confiar en ti, ¿alguna cosa que quieras cambiar en tu expediente?
¿Qué tal todo? ¿Es ilegal mentirle a un psiquiatra? ¿Qué daño puede hacer omitir unos pequeños detalles?
- No, todo en orden.
- Bien, es todo por hoy, te veré el Martes entonces.
- Hasta el Martes. - Y otra vez tuve que estrechar su dura mano.

No fue tan malo después de todo. Pensé que tendría que convivir dos horas a la semana con un viejo amargado, pero el Dr. Walker no es ni viejo ni amargado. A decir verdad, es bastante agradable. ¿Confiar en él? No le he dado mi confianza ni siquiera a mis propios padres, ¿qué lo hace pensar que se la voy a dar a él? Dedicándole una ligera sonrisa a la pelirroja, salí de la clínica.

28, quizás 29 años. ¿Por qué estoy pensando en él? Nada debería distraerme de un maratón de películas de drama. Son casi las 11 de la noche y sigo pensando en las mentiras que le dije. No debería pensar en eso, les digo mentiras a mis papás todos los días y lo olvido después de unos minutos, pero por una extraña razón me remuerde un poco, inclusive asusta haberle ocultado varias cosas. Quizás porque lo veo como una autoridad legal.

Ya habían pasado dos días desde mi primera consulta. Era un Domingo casi común. Casi porque la comida con mis papás no abordó otro tema que no fuera Mark Walker. Graduado con honores, de 28 años, divorciado y sin hijos, de buena familia. Su papá, Jordan Walker, es amigo del mío. El señor Jordan siempre recomienda a su hijo, presumiéndolo ante todos. No puedo decir lo mismo de los míos.

Al llegar al departamento decidí cargar mi celular, no es que alguien me fuera a llamar pero era costumbre. No hice muchas amistades en el poco tiempo que estuve en la universidad, y en el trabajo no convivía con nadie más que David, mi "jefe" si así se puede llamar, y Janice, otra ayudante. Si me topaba con algún vecino simplemente le sonreía, nunca cruzaba palabras con ninguno. Ahora que mi suicidio era una noticia pública será más difícil que alguien quiera hablarme.

Nunca he tenido una vida perfecta y nunca me había afectado tanto como ahora. De pronto tanta frustración, tristeza y enojo  están causándome muchos problemas conmigo y con las pocas personas que me rodean. Mi hermano tiene 24 años y vive a dos horas de aquí, lo extraño todos los días. Rara vez viene de visita. Creo que aun no sabe de mi problema, ya son suficientes los que tiene con su prometida. Es mejor así.

A muchas personas la vida les cambia de la noche a la mañana, en un giro rápido e inesperado. Para mí, ese giro se ha prolongado y ha ido girando lenta y dolorosamente. Nunca he tenido a quien platicarle mis problemas, por eso los escondo.

En primaria sufrí lo que probablemente es la raíz de todos mis problemas. Tenía 11 años cuando el Director, Henry Thomas abusó de mí, día tras día. La primera vez me llamo a su oficina, no sabía cuales eran sus intenciones y después de haberme violado y golpeado, me aventó por las escaleras. Me amenazó y dijo que si llegaba a decirle algo a alguien iba a correrme de la escuela. No dije ni una palabra en dos días. Tenía tanto miedo de volver a verlo, y por suerte duré una semana en el hospital. Pasaron varias semanas y pensé que todo había acabado, sin embargo, volvió a llamarme. Esta vez no fue simplemente agresión física, sino verbal. Nada bueno salía de su boca. Insulto tras insulto tuve que aguantarlo todo. Mi tortura terminó en un año y medio. Secundaria no fue mejor. Era bastante tímida y tonta, todos se reían de mí. Bastaba con que dijera una palabra para que comenzaran a criticarme. No era fea, ni tenía mal cuerpo, y por eso solían acosarme. Y así fueron tres años. ¿Las cosas mejorar en preparatoria? Hay que definir mejorar. En mi segundo semestre comencé a hacerme daño con agujas. Fui incrementando la intensidad hasta que con el dinero de sobra que mis papás me daban para suplir su presencia me compre una navaja, grande y afilada.
Nada ha cambiado desde entonces, esos recuerdos viven conmigo todos los días, y por más que trato de olvidarlos siempre regresan a mí. Basta con que alguien me vea para deducir que no soy feliz. No disfruto de la compañía de los demás y sin embargo sufro mi soledad.

Todos mis días son iguales. Una lucha constante entre el dolor que me pide mi cuerpo y mi mente que lo rechaza. O eso intenta.

Martes otra vez, otra hora con Mark. Estoy nerviosa por una extraña razón. Esta vez al abrir la puerta me topé con una figura con pantalón negro de vestir, camisa azul y sin corbata sentado en el alejado escritorio hasta el fondo de la habitación, se encontraba concentrado escribiendo, sus ojos no dejaron la hoja hasta que hablé:
- ¿Somos puntuales el día de hoy, Doc?
- Lauren, perdón, no te escuché llegar. - Dijo mientras con su mano izquierda señaló el área de sofás que se encontraba más cerca de mí que de él. Fui y tomé asiento, se tardó unos cuantos segundos en acompañarme.
- Disculpe, pensé que aun no estaba aquí.
- No te preocupes, - dijo esbozando una sonrisa - y dejemos el "usted" de lado, ¿está bien?
¡Qué cambio tan repentino Doc! La semana pasada hubiera jurado que no era capaz de sonreír  y a decir verdad, le sentaba bastante bien. No pude evitar notar con más atención lo verdes que eran sus ojos.
- Claro.
- ¿Cómo te sientes el día de hoy, Lauren?
- Como siempre. - Si hubiera sido alguien más y no él, hubiera estado bastante incomoda con la manera en que me estaba viendo. Tenía los ojos en los míos y nada más. No los desviaba nunca ni siquiera para apuntar.
- ¿Cómo es eso? - Se me hacía increíble pensar que estuviera considerando contarle como me sentía en verdad.
-  Cansada, pero bien después de todo. - Por favor deja de verme.
- ¿Todo? - Su rostro tranquilo, formal y con un rastro de interés seguían en contacto directo con el mío.
- Si, usted, tú sabes, no tuve una muy buena semana.
- Es Martes, hasta donde yo sé la semana se acaba en Domingo.
- Si... Quise decir la semana pasada. - ¿Qué pasa? ¿Me está haciendo dudar de mí?
- Todos tenemos semanas pesadas. - No había notado la grabadora al centro de la mesa, es por eso que no toma apuntes.
- ¿Qué precisamente esperas que te diga? - Vaya, eso fue directo. Y por su cambio de expresión creo que él también pensó lo mismo.
- Aun no sé que puedo o no esperar de ti, Lauren, es difícil saber cuando acabas de conocer a una persona. - Ya no estoy segura si me sigo sintiendo bien con esa mirada.
- Puede ser cierto. Pensé que ya tenía una idea. - A pesar de no estar sonriendo, no se notaba serio.
- Eres una persona bastante intrigante, y cualquier anécdota que quieras compartir conmigo está bien.
- Está bien, es cuestión de pensar con cual podría aburrirte más. - dije sonriendo y desviando mi mirada, es imposible verlo a los ojos tanto tiempo.
- No creo que puedas llegar a aburrirme.
Eso está por verse. Le conté de mi cumple años número 6. Desde los zapatos que traía puestos hasta el horrible regalo que mi tía Sally me obsequió. Por más aburrida que intenté hacer la historia, nunca mostró poco interés.
- Supongo que te divertiste mucho. - dijo con una sonrisa. Es imposible que después de escuchar mi sexto cumpleaños pueda sonreír. Fue el más aburrido.
- ¿En todas nuestras sesiones hablaremos únicamente de mí?
- ¿Hay algo que quieras saber de mí? - dijo levantando un poco, casi nada, la ceja. No me dejó contestar. - Quizás otro día, eso es todo por hoy.
No pude hablar sobre mi cumple años por una hora, ¿o sí? No quiero irme. Podría contarle todos mis cumpleaños.
- Eso fue rápido.
- El tiempo se va rápido cuando se disfruta. - esa sonrisa  esa, justamente la que mostró después de haber hablado. No debería haber sonrisas tan perfectas.
- Eso creo - me levanté y él hizo lo mismo - entonces, ¿nos veremos el Jueves?
- Claro, - y ahí está esa sonrisa nuevamente - hasta entonces, Lauren.

El contacto con su mano a pesar de que fue de poco tiempo me dejo una sensación extraña. ¿Por qué quería seguir ahí con él? Es la primera vez que uso la palabra perfecto en una oración, pero su sonrisa lo amerita. En todo el camino no pude evitar pensar en que le diría el Jueves. Quiero conocerlo. No es justo que el sepa cosas de mí y yo solo sepa que es divorciado. Divorcio. ¿Cuál habrá sido la causa?